Con su trabajo en la chacra logró estudiar Escribanía

Trabajo en la chacra

La vida de Eliana Ortega está marcada por el sacrificio de la chacra y el compromiso con ella misma de salir adelante. Está a punto de recibirse de escribana, carrera que cursa en la extensión aúlica de la Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional del Nordeste (UNNE) en la ciudad correntina de Santo Tomé.

Según sus memorias, trabaja desde siempre en la chacra con sus padres, allí en Paraje Curtiembre. Desde pequeña conoce los secretos de cada rincón del campo que la vio crecer, las mañas de sus animales, la época buena para la pastura, entre otros tantos.

De lunes a lunes, Eliana se levanta muy temprano y comienza su rutina: alimenta a sus animales, se encarga del ordeñe de las vacas, y cuida su huerta.

“No hay mejor actividad física que la pala”, reconoció entre risas. Es que ella misma carga -a pala- las carretillas con alimento para los terneros y animales grandes, que además lleva y trae a lo largo de su granja, donde además su familia vende verduras a la gente que se acerca.

“Tenemos instalado el concepto de que limpiar un piso, o trabajar en el campo, es lo de menos”, dijo.
“Mi mamá siempre me inculcó el trabajar, por eso lo hago desde siempre. No porque vos tengas un certificado que te otorga la universidad, significa que vas a tener éxito. Pueden pasar muchas cosas en tu camino y tenés que aprender otras cosas que te vayan a dar una salida”, señaló la futura escribana.

No obstante, reconoció que para seguir la carrera universitaria que eligió tiene que seguir trabajando: “Tenés cuotas mensuales, transporte, libros, un montón de cosas por las que no me puedo dar el lujo de dejar de trabajar. A la ganadería me dedico sólo yo, y en la huerta, tenemos una persona que nos ayuda, que a muy duras penas se consigue”.

Eliana se considera una afortunada: “Tengo todo. No me quejo, es algo tan mío. Voy y vengo con mis vacas. O ando en mi tractorcito, que pudimos comprar hace poco”.

La futura escribana contó que algunas veces tuvo que estar lejos de su casa por algunos días, y sintió un gran vacío. “Extraño mucho todo esto, los olores, mi ritmo”, dijo.

Por precaución, a los 16 años su papá le enseñó a manejar el tractor: “Me dijo que era por una cuestión de que pasara alguna urgencia. Y nunca me dejó el tractorcito”.

“Vivo con mis papás, pero siempre tuve mis cosas, trabajé”, sostuvo al tiempo que reflexionó: “Me preguntan por mi futuro, sobre qué voy a hacer cuando me reciba y la verdad es que no sé, capaz no vaya a dejar esto. Porque es cansador, pero también es una válvula de escape, porque cuando estoy paleando estoy sacando muchas otras cosas, trabajando la cabeza”.